30 de abril de 2006

BREVE HISTORIA DE LA MASONERÍA ESPAÑOLA - PARTE 1

El inicio de la masonería en España, parece que históricamente está reconocido en Febrero del año 1728 con la fundación de la logia “Las 3 flores de Lys” (o popularmente conocida como “La matritense”) por parte del Duque de Wharton y un reducido grupo de ingleses, con el número 50, reconocida así por la Gran Logia de Inglaterra, siendo la siguiente logia registrada la número 51 la de Gibraltar, llamada “Logia de San Juan de Jerusalén”. Queda el honor de ser la primera logia registrada de fuera del territorio de Inglaterra.

De este período queda en el imaginario español la duda acerca de sí el Conde de Aranda fue masón o no, o incluso si ha sido el primer gran maestre, de lo cual no hay constancia documental alguna. En cambio, si queda constancia de que la matritense se borró del listado oficial en 1768 junto con otras 17 logias extranjeras que no funcionaban durante varios años.

La siguiente referencia documental probada es la constitución de una logia en el año 1772 formada íntegramente por holandeses y dependiente de una logia de Gante. Hay que recordar que tanto la Inquisición desde 1738, como la autoridad real desde 1751 (Carlos III), prohibieron y condenaron la masonería, y no permitieron su desarrollo en España en el siglo XVIII. Unos años antes, hacia 1755, hay constancia de que en Cádiz un grupo de franceses e ingleses, tuvieron varias reuniones masónicas antes de ser delatados a la Inquisición. Otro tanto se sabe de Barcelona, donde algunos militares franceses e ingleses, por los años 1750-51, también tuvieron algunos encuentros e incluso iniciaciones en la Hostería de la Fonda, y en una casa de la plaza de San Francisco. Reuniones masónicas que en ninguno de los casos llegaron a la constitución de logias regulares adscritas a alguna de las Grandes Logias del extranjero.

Benito Pérez Galdós, en su novela “El grande Oriente” de 1876, perteneciente a los Episodios Nacionales, se manifiesta de un modo tajante: “<>”

Esta afirmación de Pérez Galdós nos lleva a la época de la masonería bonapartista, a partir de 1808. Esta masonería es doble; de una parte estaba la integrada por las logias llamadas tradicionalmente de afrancesados (cuyos principales núcleos fueron las madrileñas logias de Beneficencia de Josefina, Santa Julia, San José, Napoleón el grande, Filadelfos y Estrella de Napoleón, que constituyeron su propia Gran Logia Nacional de España) y de otra, una serie de logias más propiamente bonapartistas por cuanto dependían directamente del Gran Oriente de Francia se encontraban no solamente en Madrid, sino en Barcelona, Figueras, Gerona, San Sebastián, Vitoria, Santoña, Zaragoza, Cádiz, Santander, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla y Talavera de la Reina.

La composición de ambos grupos es distinta, en el primero la mayoría de los que la integran son españoles, en tanto que en segundo sus integrantes son en su casi totalidad franceses. Esta masonería bonapartista en España tiene gran importancia, pues se trata por primera vez en nuestro país de la implantación de la masonería de una forma sistemática y en condiciones favorables, sin interferencias ni prohibiciones, bien sea del Gobierno o de la Inquisición.

El hecho de que el propio rey José Bonaparte la favoreciera y ostentara el cargo de Gran Maestre explica cierta afluencia de españoles más ligados con el gobierno del rey "intruso". Las logias dependientes del GOdF desaparecieron prácticamente al marchar los franceses.

Tras la marcha de Napoleón y de las logias francesas o de afrancesados, vuelve al trono Fernando VII, que nada más pisar suelo español promulga su Real Decreto de 24 de mayo de 1814 prohibiendo las asociaciones clandestinas. Poco después, el 2 de enero de 1815, el Inquisidor General, Francisco Mier y Campillo, publicaba un Edicto de prohibición y condena de la masonería, copia del dado por el cardenal Consalvi, el 15 de agosto de 1814, para los Estados Pontificios.

Al implantar Fernando VII la década absolutista se abolieron la mayor parte de las disposiciones liberales, con lo que se inicia una dura represión de la masonería, siendo no menos de catorce los decretos y prohibiciones de la masonería hechos por Fernando VII, con lo que la legislación antimasónica en este reinado fue quizá la más dura y prolongada de la historia de España, exceptuando la dictadura de Franco.

Con la muerte de Fernando VII en 1833 parece ser que aflojó algún tanto la persecución de la masonería, sin que ésta dejara de ser, sin embargo, una sociedad secreta, y por lo tanto, oficialmente prohibida. En este sentido, el 26 de abril de 1834, la Reina Gobernadora, dio en Aranjuez un Real Decreto amnistiando a los masones y facultándoles el acceso a los cargos públicos, condenando, sin embargo, a quienes siguieran perteneciendo a sectas secretas después de esa fecha. No obstante se suele señalar esta época como el momento de la fusión de un supuesto Grande Oriente Nacional de España con otro igualmente supuesto Grande Oriente de España, siendo designado como Gran Maestre y Gran Comendador el infante de España, don Francisco de Paula Borbón.

Tras esta aparente amnistía, se siguió una política de persecución y prohibición que hizo muy difícil la vida masónica en España. Razón por la que la única tentativa que se conoce de reorganización de la masonería española se hizo desde el extranjero, en 1838 cuando Pedro de Lázaro y Martín, simbólico Padilla, funda en Lisboa un Grande Oriente Nacional de España, del que se conocen al menos tres logias de su dependencia, en Granada, Barcelona y Bilbao, así como un intento de abrir otra en Vitoria.

A partir de este momento empieza un período confuso en el que hay constancia de la existencia de una serie de logias, especialmente en Barcelona, Cádiz y Gijón. La mayor parte de ellas dependían de obediencias masónicas extranjeras, como las logias San Juan de España y La Sagesse, de Barcelona, y Los Amigos de la Naturaleza y la Humanidad de Gijón auspiciadas por el GOdF; La Verdadera Iniciación, de Barcelona, por el Grande Oriente de Uruguay; El Faro del Progreso de Barcelona, por el Grande Oriente Lusitano; y la Moralidad y Filantropía de Cádiz, por la Gran Logia Unida de Inglaterra.

De estas se hizo la más famosa la San Juan de España, de Gracia (Barcelona), pues fue denunciada a la policía siendo sorprendida el 18 de abril de 1853. Todos sus miembros fueron presos y posteriormente juzgados. Considerando que la logia de Gracia era una Sociedad Secreta no autorizada por las leyes españolas, fueron condenados, el Venerable de la logia a siete años de prisión mayor, y los once restantes a cuatro años de igual prisión. Todos los condenados serían indultados algún tiempo después por la reina Isabel II.

En el año 1868 tras la revolución de septiembre y la caída y expulsión de los Borbones, se alcanzan una serie de libertades, como la de reunión y de expresión que llevaron a una profunda transformación social. La masonería española cesó de ser perseguida, sin embargo, se manifestaron rápidamente los protagonismos personales y la falta de unidad, constituyéndose muy pronto, cinco grupos u obediencias distintas; a saber: el formado por las logias que dependían del Grande Oriente Lusitano Unido; el de los masones que se agruparon en torno a Ramón Mª Calatrava como Gran Maestre del titulado Grande Oriente Nacional de España; el compuesto los masones que fundaron un Gran Oriente de España, eligiendo para Gran Maestre al acaudalado comerciante Carlos C. Magnan y Clark.

En Sevilla, pocos años después, se agruparon algunas logias antes dependientes de Lisboa, constituyendo una Gran Logia Independiente Española. Mientras tanto en Barcelona se intentaba la unión de las logias de Cataluña creando un cuerpo intermedio intitulado Gran Capítulo Catalán.

En otras partes se formaron pequeños grupos disidentes o independientes y se resucitaron algunas logias francesas en Gijón, Barcelona y Cartagena, que tras depender del GOdF se fueron integrando en las diversas obediencias españolas.

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